¡Ring riiing! ¡Es la hora de Rodari!
Uy, suena el teléfono. Cógelo tú. Sí, sí, tú. ¡Que es la hora del cuento!
Y el cuento dice así:
El palacio de helado
Una vez, en Bolonia, hicieron un palacio de helado,
en la mismísima Plaza Mayor, y los niños llegaban de
muy lejos para darle una chupadita.
El techo era de nata; el humo de las chimeneas, de
azúcar en algodón; las chimeneas, de fruta confitada.
El resto: las puertas, las paredes y los muebles, todo
era de helado.
Un niño pequeñísimo se había cogido a una mesa
y le lamió las patas una a una, hasta que la mesa le cayó
encima con todos los platos; y los platos eran de helado
de chocolate, el mejor.
En cierto momento, un guardia municipal se dio
cuenta de que había una ventana derritiéndose. Los
cristales eran de helado de fresa, y se deshacían en hilillos
rosados.
–¡Rápido! –gritó el guardia–, ¡más rápido todavía!
Y venga todos a lamer más rápido, para que no
se echara a perder ni una sola gota de aquella obra
maestra.
–¡Un sillón! –imploraba una viejecita que no lograba
abrirse paso entre la muchedumbre–. ¡Un sillón
para una pobre vieja! ¿Quién va a traérmelo? Que sea
con brazos, si es posible.
Un generoso bombero corrió a llevarle un sillón
de helado de crema, y la pobre vieja empezó a lamerlo
precisamente por los brazos.
Aquel fue un gran día, y por orden de los doctores
nadie tuvo dolor de barriga.
Todavía hoy, cuando los niños piden otro helado
más a sus papás, estos dicen suspirando:
–¡Sí, claro! Tu querrías un palacio entero, como
aquel de Bolonia.
Este es uno de los setenta cuentos que conforman Cuentos por teléfono, de Gianni Rodari y traducción de Ramon Prats de Alòs-Moner. Y es que hoy, 23 de octubre, es el aniversario del centenario del nacimiento de Rodari.
Rodari nació en Omegna, una localidad en la región del Piamonte, Italia. Su madre lo inscribió a un seminario católico, pero en poco tiempo hizo el salto a Magisterio. Tenía una gran vocación por la enseñanza, por lo que a menudo priorizaba impartir clases en escuelas de distintas provincias ante los propios cursos de la universidad en la que estaba matriculado. Y entonces, empieza la guerra, que lo marcará enormemente. Pasó del catolicismo militante a afiliarse al Partido Comunista Italiano y a formar parte de la resistencia.
Al acabar la guerra iniciará su carrera periodística en L’Ordine Nuovo. Poco después empezará a escribir textos para niños en l’Unità, donde se encargaba de la sección cultural, y después pasó a dirigir para el mismo diario el semanario para niños Il Pioniere, donde fusionará diversión y pedagogía, y escribirá obras tan importantes como Cuentos por teléfono (1960), El libro de los errores (1964), Retahílas de cielo y tierra (1972) y Gramática de la fantasía (1973). Sus obras serán adoradas por los niños, aunque no le faltarán críticas en un país todavía bastante conservador. Su trabajo sería reconocido internacionalmente en 1970 con el Premio Andersen. En 1980 morirá de un fallo cardíaco.
Es innegable que Rodari supuso una ruptura con la vieja pedagogía, y veía el juego como una manera brillante de aprendizaje. Un autor que trataba a los niños como personas. Y se preguntaba:
¿Vale la pena que un niño aprenda llorando lo que puede aprender riendo?
En 1973 publicaríamos la primera edición en castellano de Cuentos por teléfono, gracias al buen olfato editorial de Conchita Zendrera, nuestra emblemática editora infantil. Desde entonces forma parte intrínseca de nuestro catálogo, pues es, sin duda, uno de nuestros libros más reimpresos. Tenemos debilidad por él, pero es que simplemente es fantástico.
Este año, para rendirle un homenaje como toca, hemos recuperado otro de sus maravillosos libros, El libro de los errores, y lo hemos publicado en una edición especial en el mismo formato que la nueva edición de Cuentos por teléfono. El libro de los errores, como su propio nombre indica, quiere ser un libro trufado de todo tipo de errores: ortográficos, fonéticos…, lleno de errores como el mundo en que vivimos. Pero en ellos también encontramos belleza, porque ¿acaso no es bella la torre de Pisa?
Un domingo en el vosque
Escribe así un escolar que algunas letras enreda:
«Por el vosque di un paseo, fue todo como una seda».
El profesor Gramáticus lo lee y se lleva un buen susto:
«Pobre vosque sin palito… No tendrá ni un arbusto;
un bosque sin poesía, repleto de paseantes,
plagado de papelotes y de radios muy cargantes…
Será un bosque muy ruidoso, entre tanto dominguero,
y no quedará ni rastro de sosiego verdadero.
Y el chico, sin embargo, dice que fue un día de oro,
si bien se deja la be, letra a la que tanto adoro.
Corrió, saltó, trepó a un árbol y hasta cogió alguna fresa
que compartió con sus padres con la hierba como mesa.
No lo pienso suspender por esa falta de ortografía:
bosques con be como los de antes no quedan ya hoy en día».
La edición es tan bonita por fuera como por dentro, y es que, a estos cuentos, escritos en verso y en prosa, las ilustraciones de Chiara Armellini les dan un toque mágico de color. Una edición de lujo para este año Rodari.
Antes del verano quisimos empezar a calentar los motores para celebrar tan especial centenario y realizamos una presentación con José Luis Polanco, especialista en didáctica de la lectura y escritura de la revista Peonza; Carlos Mayor, traductor del libro; Piu Martínez, editora y responsable del Gabinete LIJ y Elodie Bourgeois, editora infantil de Juventud. Si os lo perdisteis, aquí podréis verlo:
Una tarde con Gianni Rodari
Un autor irrepetible que deberíamos celebrar cada año.