La Caperucita de Potter y Oxenbury
Estamos trabajando con mucha ilusión en varios libros que nos fascinan y que queremos compartir con vosotros en los próximos meses. Como nos gustan tanto nos resulta difícil resistirnos a la tentación de enseñároslos, así que os damos detalles de uno muy especial. Y la historia empieza así:
“Había una vez una niña muy bonita. Nadie había visto nunca a una niña tan bonita”.
Se trata de la nueva versión de Caperucita Roja, del magnífico tándem artístico Beatrix Potter y Helen Oxenbury.
Beatrix Potter escribió hace un siglo esta adaptación, ilustrada ahora por primera vez. Está repleta de deliciosa maldad proveniente del cuento original clásico de Charles Perrault y elementos de la propia escritura de Potter.
Una breve descripción de estas magníficas autoras:
Beatrix Potter nació en 28 de julio de 1866 en Kensington, Londres. En 1893 escribió una carta repleta de dibujos al hijo de cinco años de su antigua institutriz sobre un conejo llamado Peter. Años más tarde pensó en publicar la historia, y envío la propuesta a seis editores, que la rechazaron. No se dio por vencida e imprimió el libro ella misma. Con el volumen impreso consiguió que Frederick Warne accediera a publicarlo. El libro, The tale of Peter Rabbit, se publicaría en 1902 y se convertiría en uno de los mayores éxitos de la literatura infantil.
Helen Oxenbury ha enamorado a varias generaciones de niños con sus trabajos. Entre otros reconocimientos, ha ganado la Medalla Greenaway y el Premio Kurt Maschler. Entre sus obras más conocidas se encuentran Vamos a cazar un oso o la colección Los Libros del Chiquitín.
Esta nueva versión del cuento popular tiene todo lo necesario para fascinar a los lectores como la propia historia original. No hay duda de que Potter huía de las historias edulcoradas, así que prefirió la versión más siniestra de la historia, en la que el protagonista es un lobo vil y astuto que acaba como en el cuento original. Helen Oxenbury, sin embargo, vela por los más aprensivos, y nos presenta un final que da pie a múltiples interpretaciones.
Oxenbury insuflará de vida la obra haciendo uso de sus acuarelas, y es que resulta imposible imaginar alguien más capacitado que ella para llevarlo a cabo. Sabe plasmar el aura macabra de la historia, pero dotándola de humor y carácter, y con el fondo de la campiña inglesa con sus prados fundiéndose en el horizonte. Además, confiere su característico estilo, jugando con imágenes en color y otras en blanco y negro. Una auténtica maravilla.